PRÓXIMA PUBLICACIÓN: Si el universo no quiere, no vamos a llevarle la contra. Así que estaremos un pequeño periodo de unos 15 días sin publicaciones. Un saludo de Venerdi y Noelia.

22 de octubre de 2012

Amor de conejitos

Le habían dado un golpe en la cabeza y lo habían dejado KO... O al menos eso le decía el punzante dolor en la sien y el despertarse de repente, amordazado y atado a una silla, en lo que parecía ser un jardín de infancia.

A su espalda alcanzaba a distinguir unas voces que conversaban.

–¿Crees que le gustará a Lucy? –preguntó la voz dulce y femenina de una mujer.

–Claro que sí, es su favorito. Será toda una sorpresa –afirmaba un hombre-. Vamos a ver si se ha despertado nuestro amigo.

Unos pasos se acercaron hacia él y lo rodearon. Ante sus ojos aparecieron dos figuras de lo más normales: una mujer vestida con una bata a rayas rojas y blancas propia de una maestra, y un hombre que sin lugar a dudas debía ser el conserje.

–¡Hombre, amigo! ¡Si sigues vivo! –exclamó el conserje dándole una amistosa palmada en el hombro-. ¡Pensaba que te había dejado frito! –se rió mientras agitaba un manojo de llaves que llevaba al cinturón.

La maestra sonrió quedamente y adquirió una pose maternal.

–No le hagas caso, siempre está bromeando –le susurró dulce mientras le limpiaba la mejilla con un pañuelo-. Y ahora te vamos a quitar eso de la boca y no vas a gritar, ¿verdad que no?

El hombre maniatado afirmó con la cabeza.

Lentamente, con sumo cuidado, la maestra le empezó a quitar el esparadrapo de los labios.

–¡¿Quiénes sois?! –gritó una vez tuvo la boca al descubierto-. ¡¿Qué queréis de mí?!

–¡Chitón! –gritó la mujer mientras le arengaba agitando el dedo índice frente a él-. ¿No te he dicho que no grites? Si te portas mal, te voy a tener que castigar. ¿Es eso lo que quieres? ¿Verdad que no?

Ante aquella voz suave, maternal pero autoritaria no había nada que hacer. Ni siquiera importaba que lo hubieran raptado, sólo podía optar por callarse y mirar de forma dócil a la maestra.

–Bien –afirmó la mujer moviendo la cabeza.

El conserje no dejaba de reír ante la actitud diligente de aquel hombre.

–Sólo te hemos traído aquí para que cantes la canción a los niños, esa tuya, la famosa –comenzó a explicar el conserje agitando las llaves.

–¿Canción? ¿Qué canción?

–La de “Amor de conejitos” –aclaró la maestra.

Se hizo el silencio y de repente el hombre maniatado estalló a reír.

–¿”Amor de conejitos”? –preguntó histriónico desde la silla en que lo habían atado.

–La misma –afirmó extrañada la maestra.

De nuevo se hizo el silencio y vuelta a reír.

–¡Ya basta, amigo! –cortó el conserje.

–¡Os habéis equivocado de persona! –les gritó aún sonriendo-. Yo soy contable... Ay dios, “Amor de conejitos”... –suspiró.

La pareja se quedó inmóvil hasta que lentamente se miraron y se alejaron de él, de nuevo hacia su espalda.

–¿Y ahora qué hacemos? –preguntó el conserje.

–¿Pero seguro que no es él?

–Yo estaba seguro... No me lo explico.

Continuaron discutiendo sus planes un buen rato mientras el pobre Antonio, contable de profesión, seguía atado de pies y manos en aquella silla.

–Bien –comenzó a decirle la maestra una vez hubieron vuelto-. Lo hemos comprobado y al parecer hemos cometido un error –explicaba con aquella voz suave con la que lo mecía-. Pero ya que estás aquí... ¿Porqué no le cantas la canción a Lucy? Es su favorita –dijo dedicándole una espléndida sonrisa mientras lo miraba y le pellizcaba la mejilla.

–Em... –no podía negarse, no podía, estaba desarmado ante aquella voz-. No me sé la letra...

–¡¿Pero cómo no te vas a saber la letra?! –le espetó el conserje-. ¡Todo el mundo se sabe “Amor de conejitos”!

–Bueno, pues no, no me la sé...

–No pasa nada –lo tranquilizó la Seño-. te ayudo a aprenderla y ya está.

La maestra trajo un radiocasete y comenzó a enseñarle la canción.

–Bueno, parece aceptable –confirmó a la media hora la maestra-. Vamos a preparar la clase y en venir los niños se la cantas, das un par de autógrafos, te haces unas fotos y sonríes y ya está. No es difícil, ¿verdad que no?

Acto seguido, sin desatarlo siquiera de la silla, le pusieron un globo en los labios para que fuese inflándolo mientras el conserje y la maestra colgaban adornos por la clase.

–La actuación ha sido de suficiente –le sonrió la maestra una vez que todos los niños de la clase se habían ido a casa y ellos habían vuelto a quedarse solos en el aula-. Y ahora, ha llegado el momento de la despedida.

–No os preocupéis, no os voy a denunciar –anunció solemne el contable.

–Ah, eso no nos preocupaba –dijo descuidada la maestra guiñándole un ojo al conserje-. ¿Verdad que no?

–Me temo que no, amigo –corroboró el conserje mientras inesperadamente golpeaba a Antonio en la sien con una barra de acero.

El cuerpo inconsciente del contable cayó desplomado.

–Deshazte de él como con los demás –indicó con voz suave la maestra pellizcándole la mejilla al bedel.

–¿Y el siguiente? –preguntó solícito el conserje.

–Veamos... El cumpleaños de Carlitos es la semana que viene. Habrá tiempo para planearlo.

–¿Y a quién hay que traer? ¿Otro cantante? ¿Otra vez un futbolista?

–A Carlitos le encantan las historias sobre reyes... Se me ha ocurrido... –insinuó la maestra.

El conserje sonrió con complicidad.

–Procura no equivocarte. A éste lo conoces, ¿verdad que sí? –le sonrió lanzándole una moneda de euro.

–Sí, sí, a él sí –se soltó en una carcajada el conserje mientras miraba el perfil en la moneda.

–Y procura no cargártelo con esos golpes que das –indicó la maestra mientras miraba al contable en el suelo.

–No te preocupes por eso, a estas alturas ya tengo bastante práctica.

Venerdi. 22 de Octubre de 2012.

6 comentarios:

  1. Creo que decir “desconcertado” sería quedarse corto al describirme tras leer tu relato, Venerdi. Me ha gustado, y mucho… pero necesito una continuación… ¡Dime que la hay! En fin… un texto increíblemente turbador y sorprendente, tanto como el propio título en sí. No puedo decir mucho más… en estos momentos estoy en shock.

    Un saludo y, por favor, dale continuidad a la historia.

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  2. Humor oscuro y suelto. Algo desconcertante, ciertamente... A mí también me gustaría saber qué pasa finalmente con el rey, pero imagino que jamás llegaremos a verlo. Una pena, de verdad... así podríamos llegar a saber qué pasa con Don Felipe...

    Falta el estribillo de la canción cantado por ti, tendrás que escribirla... "Amor de conejitos" no parece un título muy infantil, tú verás cómo te las apañas.

    Un abrazo.

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  3. Me tengo que alegrar por esa sensación que deja. "Desconcertante". Adoro escribir este tipo de humor que parte de una situación que podríamos tildar de "surrealista" (superrealista)y se desarrolla con normalidad, buscando verosimilitud.

    Gracias por tu comentario, Gonza. No te preocupes que yo nunca cierro la puerta a continuaciones y la propuesta ya me ha despertado algunas ideas. Aún así, construyendo el blog, dejaré la posible continuación para más adelante, por ello de retroalimentarlo.

    None, no sé si el mundo está preparado para que lo violente de esa forma (cantando), pero vamos, tampoco cierro la puerta. Lo mismo un día, ya quemado con el mundo, decido destruirlo y es una buena forma de comenzar.

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  4. Este blog se esta poniendo interesante, cada vez tengo más curiosidad. None, dime que estas preparando algo bien suculento para nosotros
    y Venerdi, si, por favor, no cantes...

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  5. Haré lo que pueda, Lucía... Aunque tú eres una mujer difícil de saciar...

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  6. Muchas gracias por dejarte caer por aquí Lucía, a ver qué tal va el otro proyecto. No te preocupes con lo de cantar, será solo en un momento de crisis existencial definitiva. Muy bien metiéndole presión a None, así me gusta.

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