Son las seis de la mañana y aún no he sido capaz de dormir. Diría que ni siquiera he llegado a cerrar los ojos más de cinco minutos seguidos.
Los últimos días han sido intensos: vuelta a las clases, interminables recados por la ciudad… En definitiva, muchas horas fuera de casa y completamente activa. Es realmente agotador, pero ni así consigo dormir bien. Ni aunque me dé una ducha caliente o me tome un tazón de leche con colacao y galletas.
Pero hoy es especialmente preocupante. Otros días suelo caer sobre las tres o las cuatro. Hoy son las seis y ya he visto unos diez capítulos de mi serie favorita. Quizá tenga algo que ver el hecho de que me he reencontrado con mi amante.
Llevábamos todo el verano sin vernos y no sabía muy bien como estarían las cosas. Y, como lo llevamos en secreto, he estado toda la mañana intentando averiguarlo, sin grandes resultados.
Me ha esperado a la salida de clase y hemos ido a dar un paseo. Por fin ha vuelto a besarme. Echaba mucho de menos sus labios; sus besos y sus caricias. Me ha dicho que él también me echaba de menos a mí.
Reconozco que es excitante mantener la relación en secreto, de hecho, en parte fue idea mía. Pero entonces sólo era sexo y no queríamos complicarnos la vida. Ahora yo me la complico porque no sé si sigue siendo sólo sexo. Y no sé si quiero que siga siendo sólo sexo. Y no sé si quiero seguir manteniéndolo en secreto.
Siento que me vuelvo paranoica. Le doy vueltas siempre a lo mismo, y no le digo nada para que no piense que soy una histérica. Para no complicarle la vida a él también. Y a veces le miro a los ojos y siento que quiere que se lo diga, que los dos queremos lo mismo. Pero nunca me atrevo a decírselo. Y él jamás hablará si no lo hago yo primero.
Estamos condenados a ser amantes secretos. Para siempre.
Los últimos días han sido intensos: vuelta a las clases, interminables recados por la ciudad… En definitiva, muchas horas fuera de casa y completamente activa. Es realmente agotador, pero ni así consigo dormir bien. Ni aunque me dé una ducha caliente o me tome un tazón de leche con colacao y galletas.
Pero hoy es especialmente preocupante. Otros días suelo caer sobre las tres o las cuatro. Hoy son las seis y ya he visto unos diez capítulos de mi serie favorita. Quizá tenga algo que ver el hecho de que me he reencontrado con mi amante.
Llevábamos todo el verano sin vernos y no sabía muy bien como estarían las cosas. Y, como lo llevamos en secreto, he estado toda la mañana intentando averiguarlo, sin grandes resultados.
Me ha esperado a la salida de clase y hemos ido a dar un paseo. Por fin ha vuelto a besarme. Echaba mucho de menos sus labios; sus besos y sus caricias. Me ha dicho que él también me echaba de menos a mí.
Reconozco que es excitante mantener la relación en secreto, de hecho, en parte fue idea mía. Pero entonces sólo era sexo y no queríamos complicarnos la vida. Ahora yo me la complico porque no sé si sigue siendo sólo sexo. Y no sé si quiero que siga siendo sólo sexo. Y no sé si quiero seguir manteniéndolo en secreto.
Siento que me vuelvo paranoica. Le doy vueltas siempre a lo mismo, y no le digo nada para que no piense que soy una histérica. Para no complicarle la vida a él también. Y a veces le miro a los ojos y siento que quiere que se lo diga, que los dos queremos lo mismo. Pero nunca me atrevo a decírselo. Y él jamás hablará si no lo hago yo primero.
Estamos condenados a ser amantes secretos. Para siempre.
Noelia. 4 de Febrero de 2013.
Ya se que puede ser frustrante, pero a la vez se antoja terriblemente sugestiva la idea de amantes secretos para siempre. Esa frase final le da brillo al relato, lo hace diferente y le da un toque de genialidad. Es la columna sobre la que se sustenta. Después lo vuelve a leer uno (yo por lo general hago segundas y terceras lecturas) y va desgustanto la situación que retrata. Muy bien, Noelia.
ResponderEliminarDíselo.
ResponderEliminarBuen comentario de ender, muy a tener en cuenta. El relato va vagando -divagando- entre distintas ideas. Algunas sobre la rutina, el no poder dormir, después sobre el beso... Y todas al final parecen converger en ese terrible final "Estamos condenados a ser amantas secretos. Para siempre" No se nos dice por qué hay necesidad de ser amantes en secreto, tampoco se nos explica esa eternidad de secretos, pero queda ahí, al final, como si lo marcasen a fuego en el relato, en el lector, en el protagonista, y no pudiese ser de otra manera. Me encanta -y aterra- que necesariamente deba ser así, que no haya escapatoria. Que sea así, para siempre.
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