Feliz cumpleaños, Gonzalo.
Estaba tumbada en la hierba mirando las estrellas. Solía hacerlo con él cuando empezamos a salir. Yo solía acurrucarme entre su hombro y su pecho y él me tapaba con su chaqueta para que no me quedase fría. Después, simplemente observábamos. No decíamos nada, no hacía falta. La brisa de la noche nos acariciaba y nos mantenía unidos.
Pronto se acabó el verano y tuvimos que dejar de hacerlo. Pero eso no nos separó. Salíamos a cenar, al cine o simplemente veíamos una película en casa. Cuando estábamos juntos el resto del mundo no existía. El pasado o el futuro no importaban. El mundo se congelaba y todo pasaba a cámara lenta.
Quizá fue por eso que todo el tiempo se agolpó de repente en un instante cuando nos separamos. Todo se movía a mi alrededor a toda velocidad mientras yo no era capaz de reaccionar. Tal vez pasaron días u horas mientras yo seguía paralizada en medio de la calle. Después llegó otra ambulancia y me dijeron que sólo habían pasado diez o quince minutos. Me llevaron con ellos, pero no me dijeron si me llevaban con él.
Me metieron en una habitación tan blanca como sus ojos y enseguida me quedé dormida. Fue un sueño muy profundo provocado, sin duda, por algún tipo de calmante. Soñé con él. Pero estaba lejos y no podía alcanzarle. Él me decía “ven conmigo” y yo no podía ir. Entró en una espiral de colores y cada vez se hacía más y más pequeño. Cuando llegó al centro, desperté.
Me explicaron que un borracho al volante le atropelló. Iba a atropellarme a mí, pero él me salvó. “¿Dónde está?”, pregunté. “Quiero verle”. Pero ya no estaba. Había muerto por mí. Desapareció en la espiral de colores.
Y ahora, tumbada en la hierba, miro las estrellas. Pero no tengo dónde acurrucarme ni quién me tape con la chaqueta. Me hago daño en la cabeza y se me eriza la piel por el frío. Y las estrellas forman espirales de colores y mi mirada se pierde en ellas buscándole. Sé que está en alguna de ellas y no me iré hasta hallarle.
Pronto se acabó el verano y tuvimos que dejar de hacerlo. Pero eso no nos separó. Salíamos a cenar, al cine o simplemente veíamos una película en casa. Cuando estábamos juntos el resto del mundo no existía. El pasado o el futuro no importaban. El mundo se congelaba y todo pasaba a cámara lenta.
Quizá fue por eso que todo el tiempo se agolpó de repente en un instante cuando nos separamos. Todo se movía a mi alrededor a toda velocidad mientras yo no era capaz de reaccionar. Tal vez pasaron días u horas mientras yo seguía paralizada en medio de la calle. Después llegó otra ambulancia y me dijeron que sólo habían pasado diez o quince minutos. Me llevaron con ellos, pero no me dijeron si me llevaban con él.
Me metieron en una habitación tan blanca como sus ojos y enseguida me quedé dormida. Fue un sueño muy profundo provocado, sin duda, por algún tipo de calmante. Soñé con él. Pero estaba lejos y no podía alcanzarle. Él me decía “ven conmigo” y yo no podía ir. Entró en una espiral de colores y cada vez se hacía más y más pequeño. Cuando llegó al centro, desperté.
Me explicaron que un borracho al volante le atropelló. Iba a atropellarme a mí, pero él me salvó. “¿Dónde está?”, pregunté. “Quiero verle”. Pero ya no estaba. Había muerto por mí. Desapareció en la espiral de colores.
Y ahora, tumbada en la hierba, miro las estrellas. Pero no tengo dónde acurrucarme ni quién me tape con la chaqueta. Me hago daño en la cabeza y se me eriza la piel por el frío. Y las estrellas forman espirales de colores y mi mirada se pierde en ellas buscándole. Sé que está en alguna de ellas y no me iré hasta hallarle.
Noelia. 18 de Marzo de 2013.
La parte real del relato me ha traído muy buenos recuerdos, aunque esos recuerdos se mantienen vivos por sí mismos gracias a ti. Para mí todo sigue pasando a cámara lenta y mi mundo sigue congelado, intentando retener en mi mente para siempre cada segundo que paso a tu lado.
ResponderEliminarEl relato juega con el tiempo de manera genial, como ya conseguiste hacer en ‘A motor parado’. Aunque supongo que para mí es mucho más fácil imaginarme cada escena del texto a cámara lenta, porque lo he vivido, y de esa misma manera. Y el final es muy emotivo y logra transmitir la soledad que inunda a la protagonista de la noche a la mañana, tras haberse desvanecido todo su mundo.
Gracias por este precioso texto que me has dedicado. Es el mejor regalo que podrías hacerme.
Feliz cumpleaños a Gonzalo aunque sea con retraso, otro piscis por lo que veo. Como te comenté en la web ese relato tiene semejanzas en la trama con el de "solo tú y yo". Solo que este está tiene mejores aderezos, la espiral como símbolo le da más carácter a la historia, En ese y otros detalles, como el que apunta Gonzalo,se aprecia un texto más maduro. No está mal echar un vistazo de vez en cuando a los que participais en el blog, a los relatos, para contemplar la evolucion en vuestros textos. Me tenéis contento.
ResponderEliminarEl ritmo de la narración se torna extraño y se agolpa cuando hablas de aquella espiral. Muy buena imagen para describir esa impotencia en la reacción, esa velocidad de los acontecimientos. Después, en el sueño, la misma imagen está muy bien usada, lo he imaginado como una espiral que te hipnotiza, al final, que te tiene inactiva, mirando al cielo de espirales que te cercan, que te rodean, te raptan, te succionan y finalmente te llevan con él tras morir de pasividad sobre el césped. Un concepto que te atrae y que has usado en otros relatos, aunque quizá no has descrito la escena de una forma tan directa, o al menos no lo recuerdo así.
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